martes, 9 de septiembre de 2014

A propósito de "pequeños gigantes"

Hace unas semanas me encontré un artículo interesante en  EL PAIS que hablaba sobre los niños y la televisión y dado que septiembre es el mes de los estrenos de "programas con niños" creo conveniente traer a colación el tema.

Viene a ser casi una norma no escrita en televisión que los niños enganchan. Esta es una ‘verdad’ no exenta de polémica, que se ve aumentada si hablamos de formatos de competición. Pero lo cierto es que, si en un primer momento nadie esperaba el tremendo éxito de los concursos MasterChef (TVE) y La Voz (Telecinco), no puede decirse que haya sorprendido a nadie la forma en que arrasan sus ‘hermanos pequeños’. 

La presencia de niños en televisión no es un fenómeno nuevo (Menudas estrellas o Juego de niños son algunos referentes), pero sí habitualmente reservado a fechas concretas: «Son clásicos en Navidad y resurgen cuando se dan las condiciones sociales propicias: en un contexto de crisis triunfan más los formatos familiares», apunta Charo Sádaba, experta en marketing y doctora en Comunicación por la Universidad de Navarra. «Bajo la perspectiva de un análisis sociológico, es muy interesante el éxito de estos programas –apunta–. En una sociedad donde la corrección política se impone y en algunos ámbitos es casi una dictadura, nos apasiona el discurso de unos niños, que dicen lo que quieren. Es muy liberador y la televisión sabe explotarlo».

En realidad, programas como El Hormiguero o La Voz Kids no son para niños. Para empezar, se emiten en prime time, es decir, de noche». Y reflexiona: «Puede sonar muy fuerte, pero estos contenidos generan adicción. Los pequeños tienen esa autenticidad, espontaneidad y naturalidad que los adultos envidiamos. Y luego está la ternura. Ahí vemos una promesa, un potencial. En este mundo cínico aún somos capaces de apreciar eso. Transmiten un mensaje de esperanza».

Algunas  series y concursos recuperan esquemas de los años cincuenta y sesenta (Ahora caigo, Atrapa un millón...). Los de niños satisfacen las necesidades de evasión, pero desde el punto de vista cognitivo son lo más básico: requieren muy poco esfuerzo y una mínima reacción mental». En esta zona de confort, el espectador se siente seguro soñando con aquello que fue y ya no puede ser.

«Cuando un programa ha tenido éxito a menudo se busca prolongarlo con el mismo formato pero con otro perfil de concursantes; menores». «Los niños apelan a las emociones para crear vínculos con el espectador-comprador y esto fideliza al expectador

Sin embargo, tanto La Voz Kids como MasterChef Junior han marcado tendencia en este sentido. Ni superdotados, ni ‘monstruitos’. Estos programas se centran en las (excepcionales, eso sí) habilidades de chavales corrientes. «Nada de niños prodigio»,

Todos coinciden en que no hay fórmulas infalibles en televisión, pero si las cadenas apuestan por los pequeños no es porque sea más sencillo, ni más barato: «Por ley pueden grabar menos horas y siempre acompañados de adultos», comenta Macarena. «Son formatos complicados –corrobora Pérez–. En nuestro caso, el niño canta en directo, sólo con una banda... Pero hemos tenido muchos menos problemas de lo que pensábamos. La ventaja es que evolucionan mucho en muy poco tiempo, lo cogen todo a la primera y son disciplinados, aunque sorprenda. Y si la gente supiera cómo se hacen los programas, no pondría peros», remata Susana, quien está convencida de que los participantes lo viven «como un juego maravilloso».

Suficiente o no, es innegable que se convierten en piezas de un mecanismo destinado a generar beneficios. «Tendemos a criticarlo pero lo que deberíamos hacer es explicarlo», comenta Victoria Tur, investigadora principal del grupo Comunicación e Infancia de la Universidad de Alicante. «Ayudarles a que sean críticos y elijan con responsabilidad. No se les puede aislar de la sociedad que les ha tocado vivir, de corte consumista claro. Ellos han crecido en un mundo donde todo tiene premio».

No hay duda de que los niños lo perciben a su manera: «Desde muy pronto han vivido las redes sociales, donde existe una competencia por la reputación. Entienden que la televisión proyecta esa popularidad, socialmente bien vista, y pertenecen a una generación en la que el concepto de privacidad e intimidad se ha distorsionado. Pero sí se les debe hacer reflexionar, en casa, en el colegio, sobre las posibles consecuencias: hasta qué punto se puede vivir de un momento de éxito puntual, o en qué medida es conveniente relegar los estudios. Incluso cómo la popularidad por sí misma puede llegar a convertirse en una razón de vida para algunos», matiza Victoria.

Para esta experta, el caso de MasterChef Junior es «realmente interesante, porque fomenta la autonomía de los niños, la dieta sana...». Una cara menos amable, piensa, asoma en otros casos: «Programas como La Voz Kids quizá contribuyan a esa generalización del acceso al éxito de forma fácil que empezó con Gran Hermano», comenta. Además hay dos problemas que pueden surgir, no necesariamente en todos los casos, y que también generan debate. El primero, la posible explotación por parte de unos padres en busca del interés económico y, en segundo lugar, el que, al ser inmaduros, los participantes no tienen capacidad de gestionar la fama, lo cual afecta a su desarrollo». Asiente Miguel García Sáiz, profesor del Departamento de Psicología Social de la Universidad Complutense de Madrid, que se refiere al riesgo de «una excesiva presión por crecer rápido, hacer ‘cosas de adultos’ que no entienden aún, posible frustración si su entorno insiste en ver cualidades que luego no están... y por otro lado hay que tener en cuenta que se pueden confirmar o desarrollar estereotipos sobre la infancia, sobre determinados grupos sociales o étnicos (representados habitualmente por el mismo tipo de menor y actividad: por ejemplo, la niña gitana bailando), que pueden ser favorables por su normalización, o, al revés, conllevar prejuicio».

Y por último y como dice  Salma Díaz. (La Voz Kids)  «La juventud marca tendencia». Ahí queda eso.

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