Existen numerosos estudios sobre la influencia de la música en los niños. Entonar canciones a los bebés, incluso antes de haber nacido, y escuchar música con ellos, además de producir cambios a nivel fisiológico (ritmo cerebral, circulación, respiración, digestión, metabolismo, tono muscular, sistema inmunológico o actividad neuronal), desarrolla un fuerte vínculo afectivo, que estimula su inteligencia emocional. Asimismo, a nivel psicológico, despierta, estimula y desarrolla emociones y sentimientos que pueden modificar el estado de ánimo del oyente y promoverle a la reflexión, además de fomentar el autocontrol.
Intelectualmente, la música favorece la capacidad de atención y concentración, incrementando así su rendimiento en el trabajo; estimula la memoria, el análisis, la síntesis y el razonamiento, y por lo tanto, el aprendizaje; consigue una mayor precisión para percibir y abstraer estímulos visuales y auditivos, desarrolla el sentido del orden y facilita la creatividad. También supone una preparación preverbal, con lo que los niños comenzarán a hablar antes y acelerarán el aprendizaje de idiomas. Su aptitud musical y su coordinación motriz se desarrollan muchísimo y aprenden a disfrutar con la música. La música también se utiliza como terapia de distintas dolencias (ansiedad, estrés, alteraciones del sueño, autismo, etc.).
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